viernes, 15 de mayo de 2020

Reflexiones Fronterizas en tiempo de pandemia. Caso Esequibo.

Por Josmar Fernández
@josmarfernandez

En los últimos tiempos, el tema del Esequibo adquirió mayor presencia en el discurso histórico y político de la oposición y el gobierno, además de convertirse en el derrotero de grupos activistas dedicados al asunto.
Alrededor de esta controversia encontramos desde posturas sosegadas hasta el discurso incendiario y vehemente. Sin embargo, lo más preocupante es el desconocimiento y la continua contradicción como factores determinantes de la indiferencia con la cual los venezolanos manejamos tan delicado particular.
Pese a tantos esfuerzos hechos, en la dirección correcta o no, Venezuela ha sido escasamente eficiente al informar con claridad y realismo al ciudadano de a pie. Puede ser una de las razones primordiales del impedimento para esperar adhesiones ciegas a la reclamación territorial del espacio geográfico que, guste o no, nos despojaron hace 121 años dejándolo bajo la administración del otro actor en el conflicto limítrofe.
Conviene dejar de suponer que nuestro encuadre hay que fundamentarlo en el “discurso bonito”; cuando la propensión aconsejable es ubicar a los venezolanos en la realidad imperante a partir de los efectos prácticos del Laudo Arbitral de 1899, que nos despojó del territorio Esequibo, y cuya reclamación fue presentada formalmente ante la ONU en 1962. Hasta el presente, el resultado de nuestras gestiones no trasciende de conversaciones como las que condujeron en 1966 a la firma del Acuerdo de Ginebra, considerado por algunos la hoja de ruta para lograr la solución “práctica y satisfactoria para ambas partes”.
La cuestión es que no se le dice al venezolano que, por las razones que sean, tras 54 años del Acuerdo de Ginebra, ha sido imposible concretar la solución conteste a sus parámetros, ya que está supeditado al interés nacional de dos Estados, cuyo propósito, de acuerdo con las respectivas constituciones, es garantizar la “integridad territorial”.
Hay que afrontar nuestra realidad ante los futuros acontecimientos respecto a la reclamación, teniendo en cuenta que ahora estamos ante una Guyana evidentemente fortalecida gracias a los grandes y prometedores yacimientos de petróleo presentes en la proyección marítima del Esequibo –área pendiente por delimitar-, apoyada de manera irrestricta, además, por los países del Caricom, las transnacionales favorecidas por la adjudicación de yacimientos y los Estados que éstas representan. 
Bien lo decía en el 2016 el Almirante Elías Daniels, malamente juzgado por una circunstancia que poco tenía que ver con su desempeño, por casi veinte años, dentro del Escritorio Especial de Guyana: “El Gobierno Nacional, valiéndose de la Educación, controló el desarrollo y la conciencia de los venezolanos hacia una interpretación de la Reclamación Territorial…”, frase tremendamente reveladora, en plena vigencia y aplicable en cualquier período gubernamental de Venezuela, luego del nulo e írrito Laudo Arbitral.  
Necesario es ubicarnos en contexto. Invitar al pensamiento crítico, al fortalecimiento de la historia y la geografía como ejes transversales en la educación venezolana. Serían maneras de facilitarle al venezolano el entendimiento de su realidad geohistórica partiendo de la premisa que no se puede querer lo desconocido, como tampoco pretender defender bien aquello que no se conoce. Después de todo, el sentido de pertenencia se construye. No se obliga.
Caracas, 25 de abril de 2020.

josmarfernandez@gmail.com


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